Anoche me enteré una noticia muy triste, aunque sabía que no faltaba mucho tiempo para que la de, creo que se adelantó mas de lo que creía. Sabia decisión, como siempre, sin dudarlo un instante, sin dejar volar un solo segundo, con la sangre fría que lo caracterizó durante su trayectoria, sin que un pelo se le mueva de necio, el jamás dudaría.
Pues es que anoche, el pívot, el centro, hombre grande o como quieran llamarle, pero el más grande de nuestra historia, Fabricio Oberto ha decidido dejar de picar la naranja de manera profesional.
Esa naranja tamaño 7, de cuero y con vigas blancas, dejará de ser mimada por un grande, y el básquet no solo pierde un icono deportivo, sino un emblema y un ejemplo de hombre, de vida, de esfuerzo.
Él nos demostró que todo se puede, luchar con los más grandes en inferioridad de condiciones, superar lesiones, ser el mejor sin la capacidad atlética de Ginobili o Charly Delfino, entrar en la mejor liga del mundo a una edad tardía y triunfar, coronarse y que los clubes aún con 35 años lo sigan reclamando, que lo adoren y lo cuiden como un diamante.
Fabri es el sinónimo vivo del hambre, del poder, de la fuerza, del sacrificio, de la entrega, de la humildad en función del trabajo.
Traté de buscar en estas horas su par en el fútbol, aquella persona que transmita lo mismo que él dentro de la cancha para poder compararlo, el problema es que jamás lo encontré. Pues, el molde se rompió con él. Alguien quiso que sea único, que sea él quien se lleve nuestras lágrimas y nuestros aplausos, alguien quiso que esa gloria la viva uno solo, y esa persona se lo merece como nadie.
Se aleja a los 35 años, pero jamás olvidaremos el rugir de ese león en la cancha, hablaremos siempre de él, le contaremos a nuestros hijos y nietos, hablaremos hasta el cansancio de lo que él expreso en su vida, de la dupla interna que supo formar con el colo Wolkowisky en su momento y de la imparable pareja que hizo con Luifa. Les contaré hasta que mi boca quede seca y mi lengua no se mueva de dolor de aquellos pick and roll que manejaba con Manu, de su campeonato ganado en San Antonio. Hablaré, y seguramente me ahogare con un fuerte nudo en la garganta cuando lo haga, de aquel obrero silencioso que se convertía en el líder en rebotes, de aquel jugador para el que sus números siempre fueron secundarios, de ese tipo que me hizo gritar un triunfo ante USA, aquel que sumo 35 puntos en la final de Indianápolis.
¡Gracias Fabri! No por tus logros, tus anillos, tus títulos, tus números ni por ser el deportista que sos, gracias por enseñarnos tu sencillez de persona, ese Cordobés que nunca se fue pese a los logros obtenidos. Gracias por demostrarnos que siempre se puede tener lo que se quiere sin importar la adversidad que nos toque derribar. Gracias por hacernos caer una lágrima y gracias por haber jugado al deporte de nuestras vidas.
¡Salud Fabri! Gracias maestro, que esa afección cardíaca no impida que tu corazón sea el que late siempre más fuerte. Esta copa vuela bien alto por vos.
Pues es que anoche, el pívot, el centro, hombre grande o como quieran llamarle, pero el más grande de nuestra historia, Fabricio Oberto ha decidido dejar de picar la naranja de manera profesional.
Esa naranja tamaño 7, de cuero y con vigas blancas, dejará de ser mimada por un grande, y el básquet no solo pierde un icono deportivo, sino un emblema y un ejemplo de hombre, de vida, de esfuerzo.
Él nos demostró que todo se puede, luchar con los más grandes en inferioridad de condiciones, superar lesiones, ser el mejor sin la capacidad atlética de Ginobili o Charly Delfino, entrar en la mejor liga del mundo a una edad tardía y triunfar, coronarse y que los clubes aún con 35 años lo sigan reclamando, que lo adoren y lo cuiden como un diamante.
Fabri es el sinónimo vivo del hambre, del poder, de la fuerza, del sacrificio, de la entrega, de la humildad en función del trabajo.
Traté de buscar en estas horas su par en el fútbol, aquella persona que transmita lo mismo que él dentro de la cancha para poder compararlo, el problema es que jamás lo encontré. Pues, el molde se rompió con él. Alguien quiso que sea único, que sea él quien se lleve nuestras lágrimas y nuestros aplausos, alguien quiso que esa gloria la viva uno solo, y esa persona se lo merece como nadie.
Se aleja a los 35 años, pero jamás olvidaremos el rugir de ese león en la cancha, hablaremos siempre de él, le contaremos a nuestros hijos y nietos, hablaremos hasta el cansancio de lo que él expreso en su vida, de la dupla interna que supo formar con el colo Wolkowisky en su momento y de la imparable pareja que hizo con Luifa. Les contaré hasta que mi boca quede seca y mi lengua no se mueva de dolor de aquellos pick and roll que manejaba con Manu, de su campeonato ganado en San Antonio. Hablaré, y seguramente me ahogare con un fuerte nudo en la garganta cuando lo haga, de aquel obrero silencioso que se convertía en el líder en rebotes, de aquel jugador para el que sus números siempre fueron secundarios, de ese tipo que me hizo gritar un triunfo ante USA, aquel que sumo 35 puntos en la final de Indianápolis.
¡Gracias Fabri! No por tus logros, tus anillos, tus títulos, tus números ni por ser el deportista que sos, gracias por enseñarnos tu sencillez de persona, ese Cordobés que nunca se fue pese a los logros obtenidos. Gracias por demostrarnos que siempre se puede tener lo que se quiere sin importar la adversidad que nos toque derribar. Gracias por hacernos caer una lágrima y gracias por haber jugado al deporte de nuestras vidas.
¡Salud Fabri! Gracias maestro, que esa afección cardíaca no impida que tu corazón sea el que late siempre más fuerte. Esta copa vuela bien alto por vos.
Nota digna de dos jugadores de Basquet. Exelente
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