A esta nota debería haberla hecho hace unos varios días ya, el tema es que antes de sentarme a escribirla debía bajar mis decibeles y tranquilizarme, pensar realmente que quería escribir y a donde quería apuntar, debía dejar que mis sentimientos (muchos y todos encontrados en el mismo momento) se encarrilen adecuadamente y por sobre todas las cosas debía estar conciente de lo que expresaba, ya que con la emoción de esa noche y de estos días eso iba a ser imposible.
Si hace unos meses alguien me preguntaba si creía que Independiente iba a ser el campeón de la Copa Sudamericana me lo hubiese tomado como un chiste. Nuestra situación era la peor, los jugadores estaban mal psicológicamente, el entrenador (Garnero en su momento) no encontraba la vuelta para que este equipo (el mismo que había cumplido dos buenas campañas) realmente funcionara y todo se venía a pique. Se despidió al técnico, con él se fue el manager Menotti y la idea que se apoyaba con toda su estructura, pero algo mágico comenzó a pasar.
Fecha siguiente clásico versus Racing, oportunidad única para los de la vereda de enfrente para torcer la mala racha de los últimos clásicos, pero nada se dio a la lógica. El turco Mohamed debuta como técnico agarrando una brasa muy caliente y lo hace de forma notable, primero le da confianza a Hilario (termina siendo la figura de su siclo) quien era tapado hasta entonces por Gabbarini y segundo porque los mentaliza a los jugadores de forma positiva, tanto que en su primer partido gana un clásico clave (el turco nunca perdió con Racing, datos)
Luego del clásico aparece en Avellaneda una bandera que decía: “ya ganamos el clásico ahora vamos por la copa”, hasta ese momento era una locura imaginarlo, pero nadie sabe que pasó de ahí en adelante, el chip de los jugadores cambió (solo en la copa) y se empezaron a dar los resultados, dejamos afuera al campeón argentino (Argentinos), el campeón uruguayo (Defensor Sporting), al campeón colombiano (Deportes Tolima), y a uno de los mejores equipos de Sudamérica (si no es el mejor) como Liga de Quito. Ese fue el camino de independiente hacia la final, del otro lado nos encontraríamos con un equipo brasilero duro, combativo y atlético que nos presentaría un planteo inteligente en su casa (de cancha muy grande 1084 m. cuadrados). El Goias (descendido en Brasil en esta misma temporada) dio una batalla durísima, más de lo esperada. Vino al Libertadores de América con un 2 a 0 a favor y a resguardarse y mantener la diferencia. El rojo arrancó con todo, tanto que en el primer tiempo ya habíamos recuperado esa ventaja de dos goles (3-1 al descanzo). El resto del encuentro fue una lucha épica, con grandes emociones para ambos equipos y con espectaculares atajadas de Hilario Navarro, para mi la figura de la copa.
Todo se definio por penales, como siempre en mi cuerpo la remera roja que supo pertenecer a uno de los hinchas más grandes que conocí, a mi emblema, al culpable de mis sentimientos, a mi tío. En mis manos otra remera, la suplente blanca, otra de mis cabalas, se me hacia imposible contenerme en mi cuerpo, necesitaba salir de mi interior para poder expresarme pero mi cuerpo me lo negó y me llenó de nervios. Terminó la serie y el tiempo se detuvo, sentí un nudo inmenso en la garganta y varios sentimientos confusos que pasaban tanto por mi cabeza como por mi corazón. Mi primer mirada fue hacia el techo, con intento de mirada hacia el cielo, como agradeciéndole a él por su esfuerzo y por haberme hecho heredero de esta pasión , mi segunda mirada ya se ahogo entre alguna que otra lagrima, al final lo hicimos me dije, al fin el sufrimiento supo tener sabor dulce.
Muchos me cargaron “al fin lo vez campeón”, otros me felicitaron, otros dijeron “ahora le dan importancia a una copa así”, ¿pero saben qué? Soy feliz y no me importa lo que se diga, salga o no salga campeón lo amo, porque esto no va de la mano de titulos o copas, esto va atado al corazón y a la memoria.
Hoy por fin puedo mirar al cielo, guiñarle un ojo y entregarle de una vez por toda una sonrisa. ¡Salud tío!, por vos, por mi y por el mundo rojo que esconde avellaneda.
Gracias Rojo, a disfrutar. La mistica regreso, en realidad nunca se fue.-
Si hace unos meses alguien me preguntaba si creía que Independiente iba a ser el campeón de la Copa Sudamericana me lo hubiese tomado como un chiste. Nuestra situación era la peor, los jugadores estaban mal psicológicamente, el entrenador (Garnero en su momento) no encontraba la vuelta para que este equipo (el mismo que había cumplido dos buenas campañas) realmente funcionara y todo se venía a pique. Se despidió al técnico, con él se fue el manager Menotti y la idea que se apoyaba con toda su estructura, pero algo mágico comenzó a pasar.
Fecha siguiente clásico versus Racing, oportunidad única para los de la vereda de enfrente para torcer la mala racha de los últimos clásicos, pero nada se dio a la lógica. El turco Mohamed debuta como técnico agarrando una brasa muy caliente y lo hace de forma notable, primero le da confianza a Hilario (termina siendo la figura de su siclo) quien era tapado hasta entonces por Gabbarini y segundo porque los mentaliza a los jugadores de forma positiva, tanto que en su primer partido gana un clásico clave (el turco nunca perdió con Racing, datos)
Luego del clásico aparece en Avellaneda una bandera que decía: “ya ganamos el clásico ahora vamos por la copa”, hasta ese momento era una locura imaginarlo, pero nadie sabe que pasó de ahí en adelante, el chip de los jugadores cambió (solo en la copa) y se empezaron a dar los resultados, dejamos afuera al campeón argentino (Argentinos), el campeón uruguayo (Defensor Sporting), al campeón colombiano (Deportes Tolima), y a uno de los mejores equipos de Sudamérica (si no es el mejor) como Liga de Quito. Ese fue el camino de independiente hacia la final, del otro lado nos encontraríamos con un equipo brasilero duro, combativo y atlético que nos presentaría un planteo inteligente en su casa (de cancha muy grande 1084 m. cuadrados). El Goias (descendido en Brasil en esta misma temporada) dio una batalla durísima, más de lo esperada. Vino al Libertadores de América con un 2 a 0 a favor y a resguardarse y mantener la diferencia. El rojo arrancó con todo, tanto que en el primer tiempo ya habíamos recuperado esa ventaja de dos goles (3-1 al descanzo). El resto del encuentro fue una lucha épica, con grandes emociones para ambos equipos y con espectaculares atajadas de Hilario Navarro, para mi la figura de la copa.
Todo se definio por penales, como siempre en mi cuerpo la remera roja que supo pertenecer a uno de los hinchas más grandes que conocí, a mi emblema, al culpable de mis sentimientos, a mi tío. En mis manos otra remera, la suplente blanca, otra de mis cabalas, se me hacia imposible contenerme en mi cuerpo, necesitaba salir de mi interior para poder expresarme pero mi cuerpo me lo negó y me llenó de nervios. Terminó la serie y el tiempo se detuvo, sentí un nudo inmenso en la garganta y varios sentimientos confusos que pasaban tanto por mi cabeza como por mi corazón. Mi primer mirada fue hacia el techo, con intento de mirada hacia el cielo, como agradeciéndole a él por su esfuerzo y por haberme hecho heredero de esta pasión , mi segunda mirada ya se ahogo entre alguna que otra lagrima, al final lo hicimos me dije, al fin el sufrimiento supo tener sabor dulce.
Muchos me cargaron “al fin lo vez campeón”, otros me felicitaron, otros dijeron “ahora le dan importancia a una copa así”, ¿pero saben qué? Soy feliz y no me importa lo que se diga, salga o no salga campeón lo amo, porque esto no va de la mano de titulos o copas, esto va atado al corazón y a la memoria.
Hoy por fin puedo mirar al cielo, guiñarle un ojo y entregarle de una vez por toda una sonrisa. ¡Salud tío!, por vos, por mi y por el mundo rojo que esconde avellaneda.
Gracias Rojo, a disfrutar. La mistica regreso, en realidad nunca se fue.-
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